domingo, 22 de octubre de 2017

Introducción: Wang Bing, un cineasta crucial del cine contemporáneo ignorado en España


Wang Bing


El cineasta chino Wang Bing es un nombre crucial del cine contemporáneo. Si alguien quiere saber qué sucede en el cine documental del presente, debería ver alguna de sus películas. Su distinguible estilo observacional y su sensibilidad por los seres filmados, en medio de las transformaciones de la China del siglo XXI, lo convierten en el principal heredero del cine documental clásico, emparentándolo con nombres de la altura de Wiseman o Depardon. Mientras su brillante carrera es seguida en profundidad, sin ir más lejos, en nuestros países vecinos (festivales y proyecciones en Marsella, París, Lisboa, donde su obra está siempre presente en lugares destacados de la programación, donde es invitado a menudo, en el país galo se han publicado dos libros en España sus trabajos son ignorados por las infraestructuras de exhibición y estudio del cine.

Una vez su valía fue descubierta en Al Oeste de los raíles (Tie Xi Qu, 2003-2005) se le hizo un caso inicial en algunos pocos festivales españoles (Punto de Vista, posteriormente Documentamadrid) con sus primeras películas (He Fengming, 2007), también proponiéndole participar en algun proyecto desde instituciones culturales (CCCB). A partir de ahí, cuando su carrera toma cuerpo, el seguimiento de su obra por parte del mundo cinematográfico español es nulo. Sus últimas películas, que son obras monumentales, permanecen casi inéditas. Apenas se programó alguna vez esporádica Three sisters (San zimei, 2012) que fue estrenada en Venecia, donde ganó la prestigiosa sección Orizzonti, ganó también DocLisboa, fue programada en festivales de Europa, América, Asia y Oceanía y estrenada en salas francesas. Su impresionante ‘Til madness do us part (Feng ai, 2013), que estuvo presente en los festivales de más calidad del mundo, aseguraría que en España ni se ha proyectado. Lo mismo sucedió con Father and sons (Fu yu zi, 2014) aunque este film tiene una peculiaridad que la hace algo más inaccesible para el público que las dos anteriores. En 2016 se estrenó en la Berlinale su último largometraje, Ta’ang. De nuevo, es una película documental extraordinaria.

Las refugiadas Ta’ang

Esta película transcurre en diversos lugares fronterizos entre Myanmar y China. Ilustra el auge de un conflicto bélico que tuvo lugar durante la primera mitad de 2015 y pasó bastante desapercibido por los medios de comunicación internacionales. El conflicto afecta a la etnia Ta’ang, que da título al film. Una “pequeña” guerra, si alguna guerra puede considerarse pequeña en relación a aquellos que la sufren, que enfrenta a minorías étnicas con el gobierno dictatorial birmano, pero especialmente relacionada con la difícil región de Kokang, vinculada desde hace décadas con el cultivo y tráfico de drogas a gran escala. Wang Bing no resalta las circunstancias geopolíticas del conflicto, dando solo unas pinceladas de información al inicio y al final. Se centra en algunas personas afectadas por esta guerra, convirtiéndolas en víctimas de cualquier otra guerra, desde el presente hasta la antigüedad. No vemos ninguna acción bélica, ni heridos ni disparos, pero sus facciones atemorizadas y sus inquietantes diálogos transmiten miedo, desconcierto, frustración. A modo de contraste también hay pizcas de alegría, pues los niños pequeños encuentran siempre un buen momento para jugar o distraerse a pesar de la situación que les rodea.

Los protagonistas del filme son mujeres, las cuales acarrean niños y ancianos hacia campos de refugiados improvisados o hacia las primeras ciudades chinas pasada la frontera. El cineasta se une a ellas, filmando en estos espacios, pueblos, campamentos, caminos. En estos distintos lugares, despliega su dispositivo habitual. Filma situaciones dejando que transcurra cierto tiempo, para observarlas y darle la duración necesaria para que sintamos todo lo que sucede. Los pequeños detalles, las historias mínimas de una de esas mujeres, sus palabras y gestos, se convierten con el paso de ese tiempo en una honda descripción del ser humano, de su sentimiento a lo largo de toda su existencia. Por ejemplo, por citar una secuencia de las muchas destacables, es significativa de estos sentimientos una llamada nocturna de una joven madre que intenta localizar a los abuelos de la familia, rostro angustiado en la oscuridad, palabras entrecortadas. ang Bing destaca por filmar de cerca las personas, durante largos periodos de tiempo, y con una gran ética y respeto por los filmados. Con todo ello, acaba pasando muy desapercibido, logrando una sensación excepcional para quien visiona el filme, la de sentir la presencia del cineasta, pero a la vez sentirlo transparente. Tiene este don. Una sensibilidad singular para abrir los ojos, ver a las demás personas y permanecer ahí. Algo que no se aprende en las escuelas de cine ni tampoco viendo muchas películas como hacemos críticos y analistas.

En Ta’ang, pero, se dan unas circunstancias distintas a sus filmes anteriores. Mientras en los otros espacios (una fábrica, una casa, un manicomio) los filmados se acaban familiarizando con su presencia, aquí es una situación de emergencia, donde la figura del camarógrafo es insólita. Es la única cámara que hay y está filmando una guerra. No puede hallar toda la calma que en otras películas obtiene. Esto produce una interactuación poco habitual en su cine, alguna mirada, algún saludo, sonrisas hacia la cámara que se producen de manera espontánea. El realizador ha decidido no esconder estos encuentros en el montaje y mostrárnoslos. El cineasta se está caracterizando también por toparse con situaciones algo inseguras. Sus películas se filman con valentía, sin los complicados permisos oficiales exigidos en China. En alguna ocasión, él o su equipo fueron severamente amenazados, lo que impidió por ejemplo la continuación del rodaje de Father and sons, proyecto sobre la explotación laboral que quedó interrumpido. En Ta’ang el cineasta se acerca al perfil del corresponsal de guerra. Está rondando la primera línea de fuego, no hay protección ni presencia internacional, y al testimoniar de manera tan directa la contienda bélica pone su vida en riesgo. 

Wang Bing, a través de las refugiadas Ta’ang de su nuevo filme, nos da pie a reflexionar sobre los derechos humanos. Muestra familias que se ven obligadas a marcharse de sus hogares, estancias a la intemperie, dramáticas huidas improvisadas. Oímos batallas, morteros, nos hablan de campos de minas. Vemos el temor que les infunden los soldados birmanos, pero también los suyos propios a través de tratos despóticos, especialmente con las mujeres – como podemos comprobar en la primera secuencia del filme – y con alistamientos forzosos de hombres (“no quiero ayudarles a matar gente”, confiesa uno de los pocos varones que aparece en el filme, quien ha huido del reclutamiento). Relatos del miedo en noches de sufrimiento e insomnio. Seres humanos sin derechos humanos. Filmados con sensibilidad y amor por Wang Bing pues en ningun momento olvida como cineasta que todo ser humano es un ser humano.

Luis Betrán

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