jueves, 11 de mayo de 2017

AKI KAURISMAKI (5)



LAS PELÍCULAS DEL GRAN FINLANDÉS
 
Sombras en el paraíso (1986)
Sombras en el paraíso" es la primera película de una trilogía denominada por el propio Kaurismaki "del proletariado". Las otras dos son las magníficas "Ariel" y "La chica de la fábrica de cerillas". Está a la misma altura, aunque quizá sea la más minimalista de todas. Apenas 70 minutos le bastan al maestro finlandés - decididamente uno de los grandes no reconocidos de la historia del cine - para narrarnos un pequeño cuento de amor entre un basurero y una cajera de supermercado. Dos personas calladas y taciturnas en una tierra sin futuro.

Hay una escena en "Sombras en el paraíso" en la que el personaje central de la película (interpretado con la exquisita nada de Matti Pellonpaa) va al cine a ver una película. La película es una de Leone "Por un puñado de dólares", que en inglés se tituló "El hombre sin nombre". Este es el estudio de Aki Kaurismaki sobre un hombre sin nombre, pero es muy diferente. Este personaje tiene un nombre, pero le conocemos como Nikander (su apellido) y no parece confiar en la gente que lo rodea. O, tal vez, no ve su sitio en un mundo tan impersonal. La cinta está moldeada alrededor de las dificultades y prejuicios de las vidas de clase desfavorecida. Nikander es un personaje extraordinario porque gana nuestra simpatía no a través de la compasión forzada sino a través de una honestidad que lleva marcada en su rostro. Cuando intenta llevar a su novia a un restaurante de lujo, hace todo lo posible para vestirse, pero el maitre no lo sentará porque no tiene la cara de póker de la burguesía. Nunca tuvo que esconderse. Es un ser humano despojado de toda esencia, y sigue siendo admirable a través de secuencias donde va a la cárcel, se emborracha, se vuelve violento. Kaurismaki empareja a Nikander con el personaje de Ilona (la inexpresiva deliberadamente Kati Outinen, fija en el cine de Kaurismaki), una persona, sospecho, menos honesta en el corazón, y él construye una especie de romance extraño a su alrededor, que se siente forzado, pero, de nuevo, honesto. Se trata de una comedia romántica de la variedad más negra, una verdadera transgresión en la gélida Finlandia, y una observación contundente de la vida proletaria. Kaurismaki no grita como el admirable Ken Loach. Susurra. Otra vez una maravilla.

Nubes pasajeras (1997)
La obra cumbre de Kaurismaki podría ser titulada "Se va de mal en peor" y resumirla en dos líneas: Ilona pierde su empleo, jefe de camareros, el día que su restaurante cierra; a continuación, su marido, Lauri, conductor de tranvía, es despedido por su empresa de transporte. Este es el círculo vicioso y absurdo de la crisis: la gente ya no tiene suficiente dinero para ir a un restaurante y tomar un tranvía. "Nubes pasajeras" será un drama del desempleo. Pero con Kaurismaki, las cosas no son tan simples. El astuto finlandés tiene la historia del cine en su patrimonio genético, por lo que vamos a escapar de un drama sombrío tipo Zola por medio de la estilización extrema, del encuadre mínimo. 

Colores brillantes, una paleta de azules, verdes y rojos, para exorcizar el gris de la historia, además de una pequeña gota de Capra en aderezo final. Si Kaurismaki es un desesperado, él no quiere demasiada nostalgia ni incurable melancolía. ¿Cómo? A través del humor que siempre impide caer en el pesimismo o el sentimentalismo. Cincuenta años han pasado desde "Ladrón de bicicletas". Kaurismaki rehuye el pathos con lacónicos diálogos y el estoicismo de los personajes. Las más desoladas películas de Kaurismaki, como ésta o "Un hombre sin pasado", son melodramas cocinados a fuego bajo donde la emoción amanece, pero será descomprimida en la pantalla. Las nubes a la deriva como el amigo Aki, flotando en una zona incierta entre la desesperación más amarga, la lengua en la mejilla, el guiño y un impulso de reír que se atasca en la garganta. 

Por último, no ha cambiado mucho bajo el sol de medianoche kaurismakiano. Felizmente sin esperanza, cámara en mano y una botella en la otra mano, el realizador finlandés, payaso triste de nuestro tiempo y artista infeliz en su tiempo, continúa observando con lucidez el absurdo letal del mundo moderno. "Nubes pasajeras" se unirá a la vendedora de cerillas, al seráfico Ariel o al que contrata un asesino a sueldo, entre los más imprecederos testimonios de una civilización que se hunde. En mi opinión, la mejor película de su autor.

Juha (1998)
Hace pocos años que vimos "The artist" y "Blancanieves", ambas películas mudas, pero con música. A mi, personalmente, me gustó más la española de Pablo Berger que la oscarizada de Hazanavicius. Pareció, en los dos casos, que se había descubierto la Atlántida y se aplaudió la originalidad de ambas propuestas. Pues bien, no había tal originalidad porque Kaurismaki se había adelantado con esta joya que es "Juha", muy superior a cualquiera de las dos citadas. Y conste que con "Juha" pasa como con las lentejas, si quieres las tomas y si no las dejas, ya que se trata de un film silente con una extraordinaria banda sonora. Kaurismaki, que es su propio productor, siempre ha hecho lo que le ha dado la gana. Independencia total. No muchos directores han tenido su suerte. Evidentemente no es millonario, porque sus películas tienen un dudoso atractivo comercial y están realizadas con escaso dinero. Kaurismaki es un artista, y con eso basta y sobra. Berger y Hazanavicius podrían haber visto "Juha" o no. Ocasiones tuvieron, ya que el film de Kaurismaki fue exhibido profusamente en filmotecas y editado en dvd en un magnífico pack que yo poseo y que contiene, además de "Juha", "Crimen y castigo", "Contraté un asesino a sueldo" y "Hamlet va de negocios". Todo Kaurismaki está editado en dvd.

"Juha" es un maravilloso y trágico homenaje a Griffith y al resto de la era del cine mudo. No al revolucionario soviético de los Eisenstein, Pudovkin o Dovjenko, ni tampoco al expresionismo alemán de los Murnau, Lang o Wiene. Kaurismaki también incluye referencias descaradas a la historia del cine (por ejemplo, el cartel de Buñuel en la pared). El tema es apropiado para el género, así como muchos de los aspectos técnicos (por ejemplo, actuación, iluminación, etc.). En efecto, la película cuenta con una extraordinaria fotografía en blanco y negro del gran Timo Salminen uno de los operadores fundamentales del cine de nuestro tiempo y que siempre ha sido fiel a Kaurismaki. Y, como he escrito antes, una riquísima y variada banda sonora. La melancólica desolación - y el taimado sentido del humor - de las películas de Kaurismaki flota en "Juha", en la que con apenas unos letreros se logra toda la complejidad e intensidad de una relación amorosa que vibra en la pantalla y alcanza un tremendo paroxismo en "Juha". Unos personajes reconcentrados que, destilando su intensidad al máximo, entran en bellísima comunión con el cine mudo. "Juha" no es una recreación o imitación del lenguaje de los 20, es Kaurismaki puro que prosigue su búsqueda de un personal lenguaje cinematográfico, esta vez en el silencio.

Luis Betrán


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