miércoles, 29 de octubre de 2014

SAMUEL FULLER


ACCION, VIOLENCIA, LOCURA

“Realizador y productor de numerosos films mediocres, casi todos ellos repletos de pesada propaganda anticomunista o de tesis racistas o apologías de las brutalidades imperialistas, pero sin que tengan en su estilo o en su realización otra cosa en común que esa “Ideología”.
Georges Sadoul.- Diccionario de cineastas.

SAMUEL FULLER (1912-1997)


Cuando Godard estaba en situación de ser escuchado dijo que “Shock corridor” era la obra maestra del cine bárbaro. A Jean-Louis Noames declaraba Fuller, respecto a “Manos peligrosas”, que le interesaba saber que ocurriría con la prostituta que interpretaba Jean Peters, si se iba a vivir con el pickpocket que hacía Richard Widmark . Fuller se consideraba un nuevo Zeus que contraponía tempestades de cuyo resultado no estaba seguro pero lo intuía algo grande. Samuel Fuller llegó al cine envuelto en una generación que, entre otros, contaba como cabezas de serie a John Huston y Nicholas Ray. Pero a Fuller siempre le distinguió su gusto por lo insólito y por estructurar sus obras en forma de choques de contrarios, a la espera de producirse la chispa que genere el incendio, accidente a través del cual demostraría su genio. Porque Fuller ha sido un director de genio, de genio y aún de figura. Y no solo porque ello pueda colegirse de su obra, sino porque él hacía cuanto podía por situar sus películas mediante la evidencia clarísima de sus intenciones en un “bigger than life” de consecuencias algo pintorescas, que, puestas a un trasluz exento de mala intención, parecía destilar un fascismo que fue ciertamente apreciado por sus enemigos.


Quizá ese fascismo – que tan tópico suena cuando se trata de Fuller – no provenga de su beatería hacia el jefe típica de sus personajes, ya que ello no le situaría en otro lugar peligroso que el de un molesto culto a la personalidad ni privativo del cine americano ni de Samuel Fuller. Existe una dimensión chocante en el cine de este autor (COSA QUE ES SIN POSIBLE DISCUSIÓN) que hace que la sensación de lo insólito campee sobre sus imágenes. Es un director determinista, sus personajes, muy al contario de la tradición narrativa cinematográfica americana, proceden de una idea que ya en su núcleo lleva todas las características del que nacerá de ella. De hecho el personaje fílmico no es sino la ilustración de un prototipo que ya se desarrolló plenamente en el terreno de las intenciones. Fuller maneja modelos acabados que preceden a seres de carne y hueso. La potencia de sus películas proviene de unos enfrentamientos entre esos seres que llevan en si mismos su excepcionalidad y su individualismo. Tipos llenos de aristas que responden violentamente a la mediocridad del mundo circundante. Desprecian las leyes empobrecedoras de la personalidad del individuo al igual que rechazan el gregarismo: no son pues jamás “rostros en la multitud”, ni les satisface la sociedad cómoda de la burguesía ni la competitiva del mundo de los negocios. Llevan en si el germen de la rebeldía. Intuyen o lo inventan, porque lo precisan para justificar su actuación en el mundo, un enemigo. Un enemigo sin cara ni alma, fruto de su creencia en la existencia del contrario, del maligno, sea el comunismo o los japoneses e incluso la policía. Una policía miope que no sabe reconocer la última pureza de estos personajes que, según Fuller, brillan en una sociedad corrompida. Su despego hacia esa realidad circundante, a la que desprecian, les lleva a buscar “la seguridad del peligro”, la guerra o el entrar voluntariamente en un manicomio, el espionaje o la lucha contra una inútil élite de millonarios. Hay que estar enfrente, a ser posible en perenne estado de alerta, porque solo así ellos poseen la conciencia clara de los males que acechan. Convencidos de que el desarrollo del embrión que les dio nacimiento deberá desarrollar y expandir, en beneficio de una sociedad abstracta, sus posibilidades de violencia regeneradora.


Esta toma de razón los personajes la realizan al borde del peligro, al filo de su destrucción física pero nunca moral, saben de la incomprensión para con los elegidos. Las grandes decisiones no se discuten, el hermetismo procede de la imposibilidad de comunicación de ciertas ideas. Una élite del acto se apresta a la salvación. Pero ¿qué se salva en el mundo de Fuller?. El corolario final para tan dispuestos héroes es la nada más absoluta. Fuller vive un tiempo en que la generosidad de los mismos queda descolgada, porque más allá de una “recuperación” de la acción, mediante la guerra o de la institucionalización de la violencia a través de cualquier organización, no existe recibo ni utilidad para semejantes dotes. En Fuller no se defienden actitudes concretas. La patria, última defensa de sus films bélicos, es algo abstracto que al contrario de los ejemplos bélicos fascistas no es sino un signo generado por la propia acción para que excuse a ésta. El modelo de sociedad tampoco queda dibujado con nitidez alguna.


No existe apología del capitalismo, ni de la libre empresa, ni tan siquiera de la competitividad. Tampoco a nivel ideológico hallaremos respuesta. Sus films anticomunistas lo son porque en ellos encuentra Fuller su contrario rotundo, un diablo al alcance de la mano. Existía el adversario sin rostro contra el que emplear la furia contenida por las frustraciones de tantos años de mediocridad. En esta suma de ausencias y negaciones Fuller acaba justificándose en la lucha. Pero mientras el combate en su colega Huston acaba llevando a sus personajes a una asumida conciencia sobre la manipulación de que son objeto – y cuya última e irónica observación sería el destino -, en el caso de Fuller se da un voluntario cierre de ojos que dejaría intactas, incontaminadas de cualquier desengaño, las facultades que existían embrionariamente y que como pilas de un juguete sirven para mantenerlas en pie para otra ocasión, estar dispuestas en primera fila prestas para la lid. Ningún cine presenta unos personajes tan proclives a un desengaño total pero tampoco ninguno es capaz de hacer este salto mortal que, saliendo de la nada y llegando a ninguna parte, se justifique por el solo instante de estar suspendido en el vacío.


La acción justifica el hecho de luchar por una entelequia. La consciencia es a la inversa de la búsqueda del conocimiento. La entelequia por la que se lucha no merece la pena, ni siquiera el esfuerzo de desmontarla, ya se sabe que todo proyecto humano es mediocre y en el punto de partida nadie se hace ilusiones. Existe el mal que invade el mundo y no hay empresa humana que pueda ser eficaz contra semejante contrario. Queda, pues, el esfuerzo individual, que cada hombre se crea un nuevo dios y salve su parcela, no para los hombres sino para la dimensión divina de cada hombre. Lo malo es que la lucha contra los dioses solo genera la locura, y vista que contra los hombres es un vacío infinito, los héroes de Fuller terminan en un existencialismo en el que solo un atisbo de la lejana Arcadia podría resultar patria acogedora para tan desdichados hijos.


De ahí que películas como “Manos peligrosas”, “Una luz en el hampa” e incluso ciertos aspectos de “Corredor sin retorno” parecen remitir a una visión anárquica de la existencia como meta involuntaria de de tantas desilusiones como falsos valores han servido de horizonte lejano. Les queda pequeño el mundo a estos inadaptados que soñarían con espacios abiertos aunque fuera en asfalto urbano. El detalle inusual es algo que aflora de un inframundo en ebullición, de una rebeldía acaso nostálgica por un paraíso perdido. Rebeldes sin causa, soldados sin patria, ladrones sin cartera, putas sin placer y, sobre todos ellos, como única esperanza de autoafirmación, el gran enemigo. Y una estética de choque y luces y sombras violentas. Este tío de Wisconsin sabía hacer cine y bien que lo demostró en su gran y personalísima obra maestra “The big red one”. Palomas, perros y tiburones, mejor no tenérselo en cuenta. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Luis Betrán

LAS MAGGIORATTAS


LAS QUE NO FUERON LA MAGNANI PERO MÁS GUAPAS


Aquí no se va a tratar de grandes actrices sino de grandes bellezas que en tan solo un caso – Silvana Mangano (pronúnciese en italiano Mángano) – fue asimismo una excelente intérprete cuando le alcanzó la madurez. Guapas y exuberantes mujeres que fueron causa de adoración – y de otro menester poco religioso y que tambien acaba en on – de adolescentes, jóvenes y maduros caballeros en las décadas de los 50 y 60. Fueron legión aunque la mayoría no haya superado la prueba del tiempo y estén olvidadas:Silvana Pampanini (el más robusto trasero), Marisa Allasio (el segundo gran trasero), Lorella di Luca, Maria Fiore, Lea Padovani, Giovanna Ralli, Antonella Lualdi (guapísima), Rosanna Schiafinno, Rossana Podestá, Stefanía Sandrelli, Gianna Maria Canale (que mala era en los peplums), Gina Lollobrígida, Sylva Koscina (que muslamen), Sofia Loren, Claudia Cardinale, Laura Antonelli……hasta llegar a Monica Bellucci, la última, por el momento de las maggiorattas. Nos detendremos en las más significativas. Y que no se ofendan las damas, porque me temo que esto va a ser “solo para hombres” (divertido film de Fernán Gómez).

SILVANA MANGANO


La más excelsa de las “maggiorattas”. Lució muslos turgentes con medias rotas en “Riso amaro” (1949, furioso melodrama neorrealista de Giuseppe de Santis) y estuvo tan hermosa cuando cubría su cabeza con las tocas de monja que cuando cantaba y bailaba (muy mal) el “baiao” (“Ya viene el negro zumbón, bailando alegre el bayón”) en el enorme éxito de “Anna” (1952, Alberto Lattuada, mediocre película, por cierto). Antes ya había dado muestras de que tanta y tan poco convencional belleza, ocultaba un notable talento dramático en la estupenda “Il Lupo Della Sila” (1949, Dulio Coletti) y, más tarde, en la notable “Il brigante Mussolino” (1952 Mario Camerini). Me trastornó su Circe, no su Penélope, en uno de los mejores y más caros péplums (1954, “Ulisse”, Mario Camerini). A partir de 1963 supo reinventarse como ninguna. Abandonó su lujuriante ordinariez, se refinó, renunció al exhibicionismo y se convirtió en una gran actriz. Fue en la magnífica película de Carlo Lizzani “Il processo di Verona” (1963) , en la que interpretó con fuerza solo superable por la Magnani a Edda Mussolini, la hija del Duce y esposa del “traditore” conde Ciano.


Visconti y Pasolini la aguardaban a la vuelta de la esquina. El conde de Modrone la convirtió literalmente en su propia madre en “Morte a Venezia” (1970) en la que solo lució porte y distinción (1), pero tambien le proporcionó el excelente rol de Cosima Wagner en “Ludwig” (1972) y, sobre todo, la mimó en “Gruppo di famiglia in un interno” en la que no cedió ante el reto actoral del alter ego viscontiano Burt Lancaster. Pasolini la convirtió en una bellísima Virgen María en “Il Decamerone” (1971) y, asimismo, la acunó en su prodigiosa interpretación de la excepcional “Teorema” (1968), una de las cimas de la críptica, religiosa, marxista y freudiana poesía del autor asesinado. Y en 1967, fue una mágica Iocasta en la obra maestra “Edipo, el figlio della fortuna””, a la altura de la “Medea” de María Callas. Remató Luigi Comencini en su sobresaliente y perversa comedia “Lo scopone Scientifico” en 197 y en la que rivalizó nada menos que con Bette Davis. Fue esposa de Dino de Laurentis y murió prematuramente en Madrid en diciembre de 1989.

SOFIA LOREN


Hubo dos Loren: Sofia y Sophia. Quedémonos con la astuta y marrullera napolitana de “L’oro di Napoli” (1954), o de “Matrimonio all’italiana” (1964) ambas con Vittorio De Sica, su director de cabecera. De sus senos potentes surgió la no menos potente voz de Renata Tebaldi en la deliciosa “Aida” (1953, Clemente Fracassi). Le dieron un inmerecido Oscar por “La ciocciara” (1960, De Sica) en la que osó imitar a Magnani y, finalmente, brilló como actriz en “Una giornata particolare” (Ettore Scola), junto a sus tantas veces compañero Mastroianni. Esta fue Sofia, una mujerona alta, abrumadora, de hermosos ojos, boca y formidables piernas. Confieso que nunca fue mi tipo. Pero Sophia fue una permanente calamidad. Hollywood no supo muy bien que hacer con ella excepto sofisticarla, y la embarcó en una serie de pésimas películas de las que solo se salvó “Desire under the olms” (1958, Delbert Mann), una buena adaptación de la pieza de O’Neill en la que, sorprendentemente, surgió química entre ella y Anthony Perkins. Cineastas interesantes como Negulesco, Hathaway, Reed, Lumet, Ritt, Cukor, Curtiz, Asquith, Mann, Litvak, Donen y hasta el mismísimo Chaplin, le ofrecieron absurdos papeles en no menos absurdas películas. Y, finalmente, batió marcas de ridículo en España, tanto en la gitana de “The pride and the passion” (Stanley Kramer, 1957), como en su improbable Doña Jimena del horrible “Cid” perpetrado por Bronston y Mann en 1961. Aún aparece distinguida con sus inevitables gafas en algún bodriete cada vez más esporádico. Su productor, y marido, fue Carlo Ponti que, reconozcámoslo, la promocionó más que De Laurentis a la Mangano.

GINA LOLLOBRÍGIDA


No se acordaría nadie de ella sino fuese por recientes escandalillos financieros. Gozó de un éxito efímero con su bersagliera de “Pane, amore e fantasia” y “Pane, amore e gelosia” (1953 y 54, ambas de Luigi Comencini y con Vittorio De Sica, neorrealismo rosa de leve envergadura). Curiosamente se movió mejor que la Loren en Hollywood, donde la metieron tambien en malas películas aunque en una de ellas mantuviera singular empatía con Rock Hudson (1961, “Come september”, Robert Mulligan). . El tan alto y ella tan bajita. Con su corta estatura fue una bella cara que envejeció peor que la Loren. Jamás dio muestras de que podía ser una actriz. De ella se escribió que resultaba ideal en combinación.

CLAUDIA CARDINALE


A mí no me caben dudas de que fue la más hermosa de todas y, aunque luego surgirían otras, se la puede considerar como “the last but not the least” como escribía siempre el añorado José Luis Guarner. Había nacido en Túnez aunque de padres italianos y en Túnez continúa ahora haciendo alguna película, muy viejita pero con rasgos que no han perdido del todo su belleza. Su productor y marido fue Franco Cristaldi y destacó pronto por sus breves perfomances en “I soliti ignoti” (1958, Mario Monicelli) o “Un maledetto imbroglio” (1959, Pietro Germi), dos estupendas películas de opuestos registros. Su gran momento llegó con “La ragazza con la valiglia” (1960), el sensible film de Valerio Zurlini y ya nada habría de detenerla hasta que Visconti la embelleció hasta deslumbrar al príncipe de Salina en la genial “Il gattopardo” (1963), y darle el personaje de su vida en su Sandra de “Vaghe stelle dell’Orsa” (1965), en la que evidenció posibilidades de actriz. Pero eso fue todo. El resto de su carrera fue irregular y en Hollywood no brilló ni siquiera en el gran film de Richard Brooks “The proffesionals” (1966) en la que fue la esposa de Raza/Jack Palance. Y en el amplio reparto de “La pantera rosa” (The pink panther, Blake Edwards 1963) incluso resultó más misteriosa y atractiva la inquietante Capucine. Fue C.C., siguiendo el ejemplo de B.B. (Brigitte Bardot). La fama las juntó en la horrenda “Les petroleuses” (1972, Christian Jacque). Y, como no podía ser menos, hizo asimismo el ridículo en España con Bronston y Hathaway en “Circus World” (1963) en compañía de ¡¡God bless America!! John Wayne y una declinante Rita Hayworth.
Recordar es volver a vivir. Al menos para los que ya rebasamos la berrera de los 60 tacos.

Luis Betrán

1) Aunque hacía de madre del andrógino Tadzio, en realidad Visconti la vistió y maquilló con las prendas y adornos que usara su madre.
Este texto ha consultado para datos biográficos el libro de Gaia Servadio “Las diosas paganas de Italia”.

miércoles, 22 de octubre de 2014

LOS MACHOS DE LA COMEDIA ITALIANA


He observado que en algún debate se ha tildado a la comedia all’italiana de machista. Con alguna excepción así fue. El contexto histórico y político invitaba a ello, la idiosincrasia italiana tambien. Y la presencia importante del P.C.I. – primero con Togliatti, luego con Berlinguer – no palió lo suficiente este comportamiento que hoy detestamos y que reflejó el cine. Como en España, incluso en Francia. La mediterraneidad; que abraza ídem a Grecia y a los países que hoy integran, ya independientes, la tierra balcánica. Fue un cine más de actores que de actrices y, al hacer una selección de los rostros más icónicos de la pantalla italiana que cultivaron la comedia, he prescindido de ellas y me he quedado con ellos. Lo cual no es del todo justo. Ni tampoco la ausencia del tándem Aldo Fabrizi – Totó o la familia De Filippo. Sintetizando, he aquí los grandes intérpretes de la comedia all’italiana que, naturalmente, no solo brillaron haciendo reír.

MARCELLO MASTROIANNI


Probablemente el mejor actor de la historia del cine italiano. De una enorme versatilidad, capaz de transitar por el neorrealismo rosa del gran Luciano Emmer (Parigi é siempre Parigi, 1951), el mejor Lizzani (Cronache di poveri amanti, 1954), el cine autor de directores tan eminentes como Luchino Visconti, Federico Fellini, Michelangelo Antonioni y, un peldaño abajo, Mauro Bolognini, Valerio Zurlini, el De Sica no neorrealista, Marco Ferreri…….hasta llegar al mismísimo Dom Manoel de Oliveira. De filmografía extensísima, en la comedia, dejó para la inmortalidad su baron Cefalú de “Divorzio all’italiana” (Pietro Germi, 1961) con sus bigotes y su tic. El mismo año que había formado un dúo dramáticamente extraordinario con Jeanne Moreau en la obra maestra de Antonioni “La notte”.

ALBERTO SORDI


Casi un género en si mismo que no trascendió al drama. Adorado en Italia, no sucedió lo mismo allende fronteras. Recuerdo perfectamente que a finales de los 50 y principios de los 60, en España se le tenía algo así como un Cantinflas a la italiana pero sin la “gracia” del mexicano. En Sordi la comedia latina estaba en su rostro, en sus ademanes, en su voz, en sus miradas. Probablemente fue un gran actor cómico y no puedo olvidar el patetismo y miedo que expresan su cara y sus ojos en el desenlace de “La gran guerra”, tras haber sido ya ejecutado su compinche Vittorio Gassman. Subjetivamente considero sus mejores creaciones – aparte del noble, criminal y cornudo siciliano – “I vitelloni” (Fellini, 1955), la obra maestra de Monicelli ya citada “La grande guerra” (1959), “Tutti a casa” (Luigi Comencini, 1960 extraordinaria), “ Una vita dificile (Dino Risi, 1961 quizás su única obra maestra) y “Mafioso” (1962, Alberto Lattuada gran film con desopilante y cruel argumento que no siempre ha sido reconocido en su justa valía.

VITTORIO GASSMAN


El príncipe “assoluto” del teatro en Italia. Recuerdo haberle visto en el Festival de Avignon hace muchos años en uno de sus habituales monólogos. “Il mattatore” (título por cierto de una de sus peores películas), andaba un tanto “ubriaco” y alternaba “my Kingdom for a horse” con “¡¡vive Le Chateneuf du Pape!!, maravilloso caldo de la ciudad de los papas rebeldes y que Gassman portaba en su mano empinando el codo sin descanso. ¡¡Que voz!!, ¡¡Que inmensa calidad en un escenario!!. En el cine hizo de todo, a veces tomándoselo en serio y otras no. En España fue adorado desde el memorable “Sorpasso” (1962, Dino Risi) ejecutado a medias con Jean-Louis Trittignant y un Lancia modelo Aurelia. Con Dino R. estuvo asimismo genial en la estupenda “La marcia su Roma” (1962) que aquí prohibió la censura franquista. Con Monicelli en “La grande Guerra” en la que rivalizó con Sordi, en “I soliti ignoti” (1958 junto a Mastroianni y Totó), con Pietrangeli en la divertida “Fantasmi a Roma, 1961, en la que superó a algún que otro colega de travesuras, con Zampa en “La contestazione generale” (1970), con Ferreri en “L’udienza” (1972)…..No me agradan sus Brancaleones. Risi fue, evidentemente, su cineasta de cabecera. Hizo de todo además de comedia: villano en melodramas, aventurero en films caligrafistas y, cuando le vino en gana, mostró sus cartas dramáticas con Ettore Scola. Dado que hablaba inglés perfectamente, tuvo su aventura en Hollywood donde no supieron muy bien que hacer con él, amén de casarse con Shelley Winters. A un paso de la sobreactuación, su arrolladora presencia y sus infinitos recursos le convierten en el grandísimo de la commedia all’italiana.

UGO TOGNAZZI


Excelente actor en comedia y drama que siempre careció del carisma o la presencia de Gassman o Sordi. Fue, especialmente con Ferreri, un consumado hideputa. Sus mejores personajes – e interpretaciones – las llevó a cabo con Pietrangeli (Il magnifico cornuto 1964, Io la conoscevo bene 1965), Germi (L’inmorale, 1967),  Risi (In nome del popolo italiano, 1971 en la que metió en cintura a Gassman).  Poco apreciado en España.

NINO MANFREDI


Aunque personificara canallas siempre pareció un buen chico porque su rostro reflejaba inocencia e ingenuidad antes que malevolencia o mezquindad. Eminente por ejmplo,  en “Gli anni ruggenti”, gran film de Luigi Zampa (1961), o en la arrolladora “A cavallo dalla tigra” (1962) de Luigi Comencini. Pero lo que le convierte en insustituible en esta galería de machos es la cuasi genial “Per grazie ricevuta” (1971), dirigida y protagonizada por el verdugo de Berlanga en la que fue superado, no obstante,  por Penella e Isbert.

En puridad esta comedia nunca existió, porque siempre fue tragicomedia o comedia y algo más. El paso de los años ha sido extremadamente generoso con ella. Vease nuestro tiempo, nuestros políticos y demás ralea. Vease, primus inter pares, “¡¡Berlusconi!!

Luis Betrán

LA COMEDIA EN ITALIA EN LOS AÑOS 50, 60 Y 70



Para bien o para mal, la comedia es la columna vertebral del cine italiano en estos años. El neorrealismo pervivió en un momento mágico pero se cultivó en un periodo muy corto de tiempo. La comedia se ha vestido de diferentes formas y colores: la comedia sentimental (de “teléfonos blancos”) durante los últimos años del veinteno fascista, el neorrealismo rosado, en torno a los años cincuenta, la comedia retro de los años sesenta o la comedia “soliste” (relación protagonista-autor) de los años ochenta. Todas ellas con la intención pura de divertir. Cine para evadir, en principio, la comedia pasó de ser simplemente un medio para entretener a una comedia que abría las puertas a la realidad.


La fecha exacta del nacimiento de la gran comedia italiana de esta época puede colocarse en torno a marzo de 1958, con Mario Monicelli (LA GRANDE GUERRA,I SOLITI IGNOTI L´ARMATA BRANCALEONE, VOGLIAMO I COLONNELLI, ROMANZO POPOLARE , AMICI MIEI..) Justamente, coincide con estos primeros años el periodo de  mayor esplendor del género: los años sesenta. El término concreto con el que se designa es “comedia a la italiana”, nombre inspirado por dos de las mejores películas que la filmografía italiana de este género ha dado en toda su historia: DIVORZIO ALL´ITALIANA (1961) y SEDOTTA E ABBANDONATA (1964) ambas de Pietro Germi. Pero, sin duda, de este director no debemos recordar SIGNORE E SIGNORI, su película más salvaje y gráfica. Y muy mala, creo yo.


Algunos de los actores y actrices más representativos de esta época son Alberto Sordi, Vittorio Gassman, Ugo Tognazzi, Nino Manfredi, Marcello Mastroianni, Monica Vitti, Sofia Loren, Gina Lollobrígida, Claudia Cardiinale…. Ellos y ellas fueron, a menudo,  los protagonistas de las películas que nacieron en aquel entonces. Tampoco hay que olvidar a cineastas tan notables como Luigi Zampa, Luigi Comencini, Dino Risi, Alberto Lattuada, Ettore Scola, Antonio Pietrangeli…. Ni a los guionistas Age, Scarpelli, y otros muchos cuya importancia iguala a los cineastas.


DE 1965 A 1975


El impulso de los artistas más jóvenes, en este periodo de grandes cambios, se refleja en el cine causando obras de gran valor muy diferentes entre ellas que abarcan desde problemas sociales y políticos, encuadrados en la óptica ideológica izquierdista, hasta los temas erótico-sexuales, enfrentados en relación al cambio de mentalidad y a las distintas costumbres y tradiciones morales, que en este periodo están en pleno desarrollo. De interesante mención, llegados a esta etapa del cine italiano, es nombrar otra vez a Pietro. Germi con L´IMMORALE (1967), SERAFINO (1968) ALFREDO, ALFREDO (1972), Lina Wertmüller, realizadora que dejó una huella importante en la comedia italiana: MIMÌ METALLURGICO FERITO NELL´ONORE (1972), FILM D´AMORE E D´ANARCHIA (1973), TRAVOLTI DA UN INSOLITO DESTINO NELL´ACCURRO MARE D´AGOSTO (1974) que contaron, muchas de ellas, con las magistrales interpretaciones de Mariangela Melato y Giancarlo Giannini. En 1975, Wertmüller se ocupó de la realización de PASQUALINO SETTEBELLEZZE, película con la que se dio a conocer al público internacional, en particular al americano que la nominó a los Oscars.

Luis Betrán